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lunes, 20 de abril de 2015

Fragmento de "Lolita" (1955), Vladimir Nabokov


En 1955 Vladimir Nabokov publica su novela más polémica y conocida "Lolita", en ella relata la obsesión de un hombre por las "nínfulas": niñas de entre nueve a trece años que despiertan en el protagonista (Humbert Humbert) una enloquecedora atracción. Según él no es la belleza ni la fragilidad lo que eleva a la niña al sitial de nínfula sino su naturaleza ambigua, esa mezcla de tierna y soñadora puerilidad. 

Criticada, acusada de obscena, repudiada, ensalzada y admirada, "Lolita" merece todas esas reacciones. Luego de ser rechazado por varias editoriales, Nabokov consigue su publicación por una editorial parisina especializada en temática erótica y pornográfica. 

El estilo, cargado de detalles y descripciones, se traduce en un ambiente vívido repleto de imágenes. El párrafo de inicio es una muestra no sólo del estilo barroco de Nabokov, sino que resume en unas pocas líneas, la arrebatadora pasión que desencadena en Humbert Humbert el raro magnetismo de una nínfula;

"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. 
Lo-li-ta: la  punta  de  la  lengua emprende  un  viaje  de  tres  pasos  
desde  el  borde del paladar para apoyarse, en el tercero, 
en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta."


Las nínfulas;
"¿Son  nínfulas  todas  las  niñas?  No,  desde  luego.  De  lo  contrario,  quienes supiéramos el secreto, nosotros, los viajeros solitarios, los ninfulómanos, habríamos enloquecido hace mucho tiempo. Tampoco es la belleza una piedra de  toque; y la vulgaridad –o al menos lo que una comunidad determinada considera  como  tal–  no  daña  forzosamente  ciertas  características misteriosas,  la  gracia  letal, el evasivo, cambiante, trastornador, insidioso encanto mediante el cual la  nínfula  se  distingue  de  esas  contemporáneas suyas  que  dependen  incomparablemente  más del  mundo  espacial  de fenómenos  sincrónicos  que  de  esa isla intangible de tiempo hechizado donde Lolita juega con sus semejantes.  Dentro  de  los  mismos  límites  temporales, el  número  de verdaderas  nínfulas  es harto inferior al de las jovenzuelas provisionalmente feas, o tan sólo agradables, o  «simpáticas»,  o  hasta «bonitas»  y  «atractivas»,  comunes,  regordetas, informes,  de piel  fría,  niñas esencialmente  humanas,  vientrecitos  abultados  y trenzas, que acaso lleguen a transformarse en mujeres de gran belleza (pienso en los toscos budines con medias negras y sombreros blancos que se convierten en  deslumbrantes estrellas  cinematográficas).  Si  pedimos  a  un  hombre  normal que elija a la niña más bonita en una fotografía de un grupo de colegialas o girlscouts,  no siempre  señalará  a  la nínfula.  Hay  que  ser  artista  y  loco,  un  ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una  llama  de  suprema  voluptuosidad  siempre  encendida  en  su  sutil espinazo (¡oh, cómo tiene uno que rebajarse y esconderse!), para reconocer de inmediato, por signos inefables –el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas de ternura me prohíben enumerar–, al pequeño demonio mortífero entre  el común  de  las  niñas;  y  allí  está,  no  reconocida e  ignorante  de  su fantástico poder." (Humbert Humbert)

Nota; La fotografía utilizada al inicio del post pertenece a Gary Gross, y en ella puede verse a una jovensísima Brooke Shield.


2 comentarios:

  1. Qué novela tan hermosa y tan triste al mismo tiempo.
    Hace poco, hablando precisamente de literatura erótica, alguien me comentaba que El amante de Lady Chatterley ha envejecido mal porque hoy nadie se escandaliza de que una mujer noble se líe con el jardinero, mientras que Lolita no envejecerá porque no toca un tabú de una época ni de otra, sino de siempre. (Es el mismo caso de Edipo Rey.)
    Por cierto, Hielo, ya he publicado tu comentario en mi blog, muchas gracias por pasarte.

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    1. Hombre, no creo que el escándalo fuera la única intención en la cabeza de Lawrence a la hora de escribir El amante de Lady Chatterley así que temo no estar de acuerdo con ese alguien que comentas. Con la parte que sí estamos de acuerdo es con que Lolita es una novela que no envejece. Gracias a ti, por la visita y el comentario. Saludos.

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