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viernes, 21 de agosto de 2015

El arco iris de gravedad, Thomas Pynchon (parte 2)

Páginas 25 - 33 (última actualización en marzo de 2019).

Parte 2: Sobre el extraño talento del señor Geoffrey Pirate Prentice...



Como se mencionó en la entrada anteriorGeoffrey Pirate Prentice posee algunos extraños talentos, uno de ellos es preparar los más variados manjares con bananas, otro es lo de "meterse en las fantasías de los demás: puede, de hecho, asumir la carga de manipularlas(pág. 26)

"No debemos preocuparnos por cuestiones como las de lo real o lo irreal"
(Geoffrey Pirate Prentice)
















De sus dos habilidades Prentice domina y disfruta de la primera; las bananas y el arte culinario se le dan estupendamente bien. Ante la segunda en cambio reacciona con desconcierto e incomodidad; no sabe por qué la posee, no puede controlarla a voluntad; sólo sabe que de pronto se pasea libremente por los pensamientos de otro.

Su primera entrada a una fantasía es presentada en la página 28. En un único gran párrafo narrado de forma torrencial, saltando de una idea o escenario al siguiente, cambiando de tiempo narrativo a voluntad, se describe lo que ocurre durante el primero de sus trances...


La acción se inicia situando los hechos en el Periodo Kipling, en 1935, durante un operativo militar;


Hombres bestialmente peludos hasta donde podía alcanzar la mirada, dracunculosis y llagas orientales cundiendo en la tropa, sin cerveza durante un mes… (pág. 28)

Orcos guapos
Este recuerdo o pensamiento pertenece a uno de sus compañeros de escuadrón. Un soldado de nombre H.A.Loaf, un tipo de esos, no muy buena gente y que, como veremos más adelante, es muy inclinado a irse de la lengua:

"Esta fantasía no podía ser de nadie que no fuese H.A. Loaf. Había por lo menos un Loaf en cada grupo; era Loaf quien nunca se acordaba de que a los musulmanes no les gustaba que se les tomaran instantáneas en la calle…, era Loaf [...] quien se dirigía por su nombre de pila al sargento que mandaba la sección de policía militar." (pág. 29)


Prentice, perturbado por su capacidad, comete el error de "verificar la fantasía con Loaf" y es así como "la Firma" una organización aliada secreta se entera del extraño poder de Prentice. 


En tiempos de guerra ha de aprovecharse cualquier "talento negociable" y La Firma usará cada fuerza, cada poder, cada don del que disponga dentro de sus filas para hacer frente al enemigo; aunque dichos dones tomen la forma de extrañas capacidades que deambulan entre el absurdo y la realidad más deforme y alucinógena, aunque mucho más cercana de lo que sospechamos a nuestra propia realidad. 
Basta con recordar que Hitler, el mismo que arrasó Europa, orquestó una matanza y convenció a todo un pueblo de que el lebensraum era un derecho biológico y evolutivo, era también un asiduo consultor de mediums, adivinos y cartas astrales, y que siguiendo el consejo de los astros adoptó algunas de las decisiones políticas, militares y bélicas más importantes de la historia. 

Entre las características más particulares de esta novela está lo de hacer que la línea entre la realidad y la ficción sea casi siempre muy difusa. Eso de que un soldado tenga la capacidad de introducirse en los pensamientos de otros, no es más increíble ni absurdo que las creencias del propio Hitler, un personaje real, en un escenario real, en el que millones de personas perdieron la vida. 

Todo lo anterior, que transita entre la perplejidad y la parodia sobre un hecho terrible, otorga cierta lúdica verosimilitud a los hechos narrados por Pynchon. Basta moverse un poco, cambiar la perspectiva ligeramente y lo que en un principio era fantástico o directamente absurdo se torna más real porque ha ocurrido de verdad. 

En este sentido, el caso del Adenoides gigante aparece como otro elemento de parodia. Una crítica a la guerra y a las fuerzas que promueven y aseguran su existencia; ciencia, tecnología, medicina, psiquiatría, burocracia y jerarquía militar, hasta los propios civiles ridiculizados y minimizados ante la aparición de un Adenoides gigante que asola las calles de Londres

Proyectado a partir de un delirio febril sufrido por Lord Blatherard Osmo (otro de los tantísimos extras que aparecen y desaparecen sin dejar rastro), el Adenoides Gigante se proyecta en el trance de Prentice como un monstruo linfático de proporciones increíbles que avanza por Londres devorando todo a su paso, habitantes incluidos:


"Se trataba de un Adenoides gigante. Por lo menos tan grande como la catedral de San Pablo, y en constante crecimiento. Londres, quizá toda Inglaterra, se encontraba en peligro mortal" (pág. 30)

El gran dictador (Charles Chaplin, 1940)
Interpretaciones hay muchas: hay quienes han visto en el Adenoides Gigante una alusión a  la parodia hecha en la película El gran dictador (1940, Charles Chaplin), en la que Adolf Hitler es personificado bajo el nombre de Adenoid Hynkel.

Otras interpretaciones sugieren que el adenoides es el ejemplo perfecto del realismo grotesco, no sólo a nivel físico (es tan grande como la catedral de San Pablo) sino además a nivel emocional; el adenoides doblega a los humanos, los reduce a simple alimento destinado a nutrirle, y contra el que de nada sirven la psicología, los avances de la ciencia y la farmacéutica, el equipo técnico o la maquinaria defensiva más sofisticada. Tal vez Pynchon sugiere que estamos desnudos ante lo desconocido, que nos defendemos con armas de cartón ante la complejidad de las enormes maquinarias de destrucción que nosotros mismos hemos creado. 

La lectura de Pynchon supone sumergirse en multitud de referencias políticas, sociales, ideológicas, psicológicas y literarias. Tal vez tengamos que pasar por alto muchas de ellas. Tal vez incluso elijamos hacerlo de esa manera. En cualquier caso lo que para algunos es una alusión al clásico antibelicista de los años cuarenta o una reflexión sobre la fragilidad del ego y las limitaciones del conocimiento humanopara otros no es más que el curioso relato de un adenoides gigante devorador de personas. Pase y elija la que guste. Cualquiera sea la elección, el caso "Pirate-Osmo" como llegó a conocerse al enfrentamiento entre el Prentice y el adenoides, es considerado por muchos uno de los más desternillantes pasajes de la novela; un pasaje Pynchon cien por cien cargado de ironía,  rareza e ingenio






2 comentarios:

  1. Fantásticos análisis de la obra de un escritor tan libre en su escritura que, tal vez, esa insumisión al agrado le defina. Porque me parece que hay que tenerlos cuadrados para proponerte escribir en tu propio código para que los demás lo descifren. Y le salió bien, puesto que esa libertad puede a) disuadir a los lectores por críptica o incómoda o (y esto es lo que le devino al bueno de Pinchon) que los lectores y críticos se sientan retados a descifrarle y se aupes, por esta vía, como gurú de un club de culto.
    En la literatura ser libre es valentía puesto que eso que algunos llaman ser uno mismo implica 'per sé' alejarte de caminos transitados y ningún escritor, digan lo que digan, renuncia a tener lectores, no digamos a comer. Sería irracional puesto que la escritura tiene su razón de ser en la comunicación que, como es sabido, es un camino de ida y vuelta :)

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    1. Pynchon, ya se sabe, escribe para él y para los pynchonianos, un ejercicio que como señalas le ha salido bien, supongo que porque dentro del absurdo, la voluminosidad y el cripticismo de sus obras, de alguna manera (a la manera Pynchon) se refleja una parte de nuestro propio absurdo y complejidad. Gracias por la visita y por el comentario.

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