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sábado, 10 de octubre de 2015

Punto Omega (2010), Don DeLillo

Tal vez fuera mala suerte, pero después de que Gaddis me arrastrase en ese brillante aparato dialéctico que es "Gótico Carpintero", de que Schwob deformara las verdades de unas vidas para hacerlas más reales en "Vidas Imaginariasy que es además precursora de novelas como "La historia de la Infamia" de Borges o la "La literatura Nazi en América" de Bolaño, y de que Cheever me mostrara cómo se deforman las cosas dentro y fuera de una cárcel en "Falconer", a mí que Don DeLillo venga a hablarme de la nada, el contenido de la nada y lo que hay antes o después del vacío, ha acabado por ponerme francamente mal.

Puede que el error haya sido leer Punto Omega justo después de haber vivido así las últimas semanas de mi vida; con el pelo suelto al viento, pasado de revoluciones, viviendo la vida loca en la literatura de altos vuelos, cuando me encuentro con Punto OmegaUna novela de la que nunca tuve muchas expectativas pero que siempre estaba ahí, siempre a la espera del momento oportuno. Y entonces empezaron las negociaciones; que venga, que hace tanto que la tienes, y que es tan breve, que ya es hora...¡Y ya está! La leo. La leo, y esas 150 páginas se hicieron más duras y más largas y exigieron más de mí que el propio desierto en el que transitan, aparecen y desaparecen, algunos de sus personajes. Venga que si no me hubiese propuesto escribir una entrada antes de empezarla, no me la acababa.


El comienzo es sugerente. 
El narrador asiste a la proyección de     24 hour Psycho (1993), la famosa intervención que hiciera 
Douglas Gordon de la película Psycho
(Hitchcock, 1960)

A dos cuadros por segundo extendida hasta las 24 horas de duración y desprovista de sonido— la proyección actúa a modo de microscopio temporal al revelarnos la existencia de un submundo óptico hasta entonces desapercibido. Para ayudarnos a ver mejor para ayudarnos a comprender mejor Gordon elimina todo aquello que nos condiciona. El diálogo desaparece, la acción se ralentiza. La atención se orienta hacia una infinitud de detalles que en tiempo real escapan por completo al control del director. Las imágenes, esta vez sí, valen más que las palabras. 

"Cuando un actor movía un músculo, cuando los ojos pestañeaban, era una revelación. Cada acción se fragmentaba en componentes tan distintos del conjunto que el observador resultaba aislado de toda perspectiva"

Acompañadas de sonido, aceleradas en el tiempo, intervenidas y modificadas, las imágenes no son más que el vehículo de quien se encuentra detrás de la cámara. Así, desde siempre las imágenes han servido para manipular, deformar y justificar todo cuanto ocurre. Todo, incluyendo las guerras, y en el caso de Punto Omega la guerra de Irak. 

Así comienza Punto Omega, como una metáfora de la lucha entre la verdad lenta y muda y la realidad acelerada y parlanchina. Y es un inicio prometedor, el problema es que uno se hace unas ciertas ilusiones y se marca ciertos mínimos...

DeLillo construye Punto Omega a partir de tres personajes; Elster: El iluminado. Un intelectual de defensa del Pentágono involucrado en la planificación estratégica de la invasión a Irak; Finnley: El aprendiz. Un joven cineasta que, maravillado por la misteriosa personalidad de Elster, intenta convencer a éste de protagonizar un documental sobre la guerra, y Jessie: El elemento funcional. La hija veinteañera, utilitaria, invisible, casi etérea, de Elster. 

A la manera de Gordon en 24 hour Psycho, el aprendiz Finnley busca contar la verdad reduciendo al máximo los elementos visuales y estructurales de su documental. Sin interrupciones, sin preguntas, sin música, sin decoración. Sólo lo esencial: Elster. Un hombre que sabe más que todos los hombres y que, de espaldas a una pared desnuda, guiado únicamente por sus propias pulsiones, develaría una realidad hasta entonces desconocida:
"Él sería de hecho el único participante. Su rostro, sus palabras. Eso era todo lo que me hacía falta."
"—Nada de mullidos sillones con luz cálida y una estantería llena de libros al fondo. Un hombre y una pared —le dije—. El hombre permanece ahí y relata la experiencia completa, todo lo que le pasa  por la cabeza, personalidades, teorías, detalles, sensaciones. Usted es el hombre. No hay voz en off  haciendo preguntas. No se intercalan secuencias de combate ni comentarios de otras personas, ni dentro ni fuera de cámara."
Así que inspirado por Gordon y alucinado por Elster, Finnley pide a Elster ser el protagonista de su documental. Elster se niega. Finnley insiste. Elster se niega otra vez pero luego se lo piensa mejor y al final acepta hablar del asunto, pero no en el desconcierto ni en el desconsuelo ni en el enorme vacío lleno que es Nueva York o Washington, sino en el desierto. En una cabaña donde vive aislado del resto del mundo. 

Y es ahí, en el desierto, dónde y cuándo realmente empieza todo. DeLillo nos transporta desde las imágenes, la ausencia de palabras y la ralentización del tiempo, hacia donde realmente quiere que estemos; en el cobertizo de una casa perdida en el desierto, en un tercer sillón entre Elster y Finnley escuchando cómo éstos teorizan sobre el derrotero de la consciencia y de la nada, ensimismados en un escenario marcado por la inmovilidad, como si el tiempo se pegase a las paredes, comunicándose con gestos y frases breves supuestamente repletas de significado.

Una vida centrada en existir moviendo lo menos posible cada músculo del cuerpo.

Elster habla y Finnley escucha. Finnley escucha las disertaciones de Elster como si fuera éste un iluminado. A ratos hasta se lamenta de que llegue la noche y su maestro deba retirarse a dormir. Le gustaría escucharlo todo el tiempo.

Pero el tema preferido de Elster no es Irak asunto al que DeLillo dedica tan sólo unos cuántos párrafos— sino sus teorías acerca de la evolución de la consciencia, del deseo de esta de volver nuevamente hacia la nada.
"La materia quiere perder la consciencia de sí misma"
Al contrario de Teilhard de Chardin quien sostenía que la evolución va siempre desde lo más sencillo hasta lo más complejo, hasta el punto omega o la consecución de una superconsciencia colectiva Elster sostiene que ha de ocurrir exactamente  lo contrario y que los hombres, aunque seamos inconscientes de ello, luchamos por nuestra propia destrucción:
"—Somos una manada, un enjambre. Pensamos en grupos, nos desplazamos en ejércitos. Los  ejércitos vehiculan el gen de la autodestrucción. Una bomba nunca basta. El borrón de la tecnología, ahí es donde los oráculos planifican sus guerras. Porque ahora viene la introversión. El padre Teilhard  lo sabía, el punto omega. Un salto al exterior de nuestra biología. Plantéate esta pregunta. ¿Tenemos  que ser humanos para siempre? La consciencia está agotada. Toca ahora regresar a la materia  inorgánica. Eso es lo que queremos. Queremos ser piedras del campo."
Según Elster he allí la razón de que la raza humana juguetee tan despreocupadamente con la energía nuclear y la ingeniería genética: la consciencia necesita y busca su propia aniquilación. Porque polvo somos y al polvo opina DeLillo hemos de regresar.



Y no seré yo quien se atreva a decir lo contrario. Yo sólo diré que a estas alturas, más allá de las disquisiciones filosóficas acerca de la nada y la consciencia, la lectura de Punto Omega se me ha hecho pesada y aburrida. Tono elegiaco, seriedad pesada, frases iluminadas que a ratos encajan y decantan muy bien, pero que la mayoría de las veces parecen afectadas y dramáticas. Uno se pierdeUno se pregunta qué querría hacer DeLillo.

¿Y Jessie? Jessie es el interruptor que marca el final de la meseta. Lo que usamos cuando es hora de volver a la realidad, cuando subimos al coche o abordamos el avión que nos llevará de vuelta a casa. Cuando regresamos luego de esos días de reencuentro con nosotros mismos, cuando nos toca volver y desplazarnos y sumergirnos y hasta ahogarnos en la gran maraña de la ciudad, en los mecanismos del sistema, en el vértigo de la tecnología. Cuando entramos por primera vez en ese piso que dejamos cuando nos fuimos de retiro espiritual al desierto y que ahora, al regreso, nos parece tan distinto, tan vacío...Tan poco trascendente.

Y al final, en un punto en el punto en que todo se repite y las noches y los días comienzan a ser demasiado parecidos a la noche y el día anterior y el buclé espacio-tiempo lejos de permitirnos escuchar más claramente el vacío comienza a desesperar un poco Jessie desaparece. Desaparece secuestrada por un exnovio psicópata, tragada por el desierto, superada por el aburrimiento no se sabe ni cómo ni por qué, pero se esfuma. Y entonces todo cambia y se invierten un poco los papeles; Elster se derrumba y se inmobiliza dejando que Finnley lo reubique en esa realidad que tanto desprecia. 

Creo que cuando se trata de desentrañar las interrogantes más profundas del ser humano, es decir de hablar en serio, es cuando más se necesita la presencia de la ironía, de ese humor macabro que el universo tiene reservado para nosotros, de ese que en Punto Omega brilla por su ausencia. Punto Omega está escrita demasiado en serio como para tomársela en serio.

Nota al pie de la entrada: Ya que estamos os dejo otro despropósito, el Book Trailer (sí, sí el Book trailer) de Punto Omega. Está en italiano pero a quien le importa. Es evidente que llegados a este punto ya no es necesario explicar ni entender nada.



2 comentarios:

  1. Todo lleva a la reivindicación de la lentitud, a no pensar como enjambre. A fijarse en los detalles y alargar las cosas un día entero, como "24 hour Psycho", y explorar la nueva realidad que se presenta a través de la distorsión temporal. El puzzle resuelto no interesa, interesan las piezas, cada pieza, cada duda, cada desconexión. La unidad, no como totalidad, sino como fragmento individual. Muchas unidades, muchos fragmentos. El mosaico, el poliedro. Cada cara con su propia luz. El laberinto con muchos hilos, con muchas Ariadnas. La disociación de todo. El grano de arena antes que la playa. La gota-espejo resbalando por el cristal después de una tarde de lluvia.

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  2. Así es. Con el tiempo sólo queda lo esencial; jamás conoceremos a otro ser humano, la construcción de lazos es ilusoria, sólo importan las piezas sueltas, etc. Es así, supongo, como nos vamos preparando para la muerte.

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