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martes, 14 de agosto de 2018

El juguete rabioso (Roberto Arlt, 1926) y un cacho de Derivas de la pesada, de Bolaño.

He estado leyendo y re-leyendo a algunos escritores argentinos. Todo a colación de una conferencia que diera Bolaño poco antes de su muerte. La conferencia, que lleva por título Derivas de la pesada, está incluida en la compilación de charlas, textos y artículos editados por Ignacio Echevarría  en El secreto del mal (2007). Y nada puede haber más bolañiano que algo como eso. 

Dicen que en su momento Derivas de la pesada causó un revuelo debido a la forma en que Bolaño con ese humor suyo tan particular, entrelaza y estructura a modo de habitaciones de una casa el lugar que ocuparían ciertos escritores en el nuevo canon de la literatura argentina. Según Bolaño, muerto Borges (que "es como si se muriera Merlín"), el canon se reconstruye "lamentablemente" a partir  de tres puntos de partida decididamente "antiborgeanos", dos públicos y uno secreto: Osvaldo Soriano, Roberto Arlt y Osvaldo Lamborghini.

Además de lo interesante que resulta leer las teorías de Bolaño en Derivas de la pesada, el resultado personal ha sido un repaso a las principales obras de estos tres escritores y de algunos de sus hijos literarios. 


Como primera cosa, mucha razón creo que tenía Bolaño al afirmar que Osvaldo Soriano es en el nuevo canon de la literatura argentina, un decorativo, simpático, y puede que hasta necesario, jarrón en el cuarto de invitados. Se trataría de un buen novelista menor, del que sin embargo sería absurdo pensar que pudiera sentar las bases para la construcción de una nueva escuela. Su valor radica, ni más ni menos, en descubrir que es posible escribir aceptablemente bien, divertidamente bien, campechanamente bien, sin pretensiones de ningún tipo y además de ganar dinero con ello. Ya está. Eso es todo. Afirmación que se confirma rápidamente con la lectura de cualquiera de sus obras. 


Osvaldo Lamborghini (1940-1985).
Fuente de la imagen, acá.
Otra cosa es Osvaldo Lamborghini. Lamborghini, según la demencial estructura de la canon/casa/argentino/literaria de Bolaño, sería una cajita de cartón en el sótano, una pequeña cajita de cartón cubierta de polvo, una cajita que sería mejor no abrir, por que en su interior se encuentra nada menos que el infierno. 

Lamborghini es un hombre que escribe bien, pero cuyo universo narrativo se construye a partir de escenas salvajes, bestiales, crueles, marcadas por un nihilismo extremo. De Osvaldo Lamborghini podrían decirse muchas cosas, como por ejemplo: "Valiente el que lee a Lamborghini" o "¿cómo se hace para leer a Lamborghini?", o incluso y la que más se hace uno cada vez que tiene la ocurrencia de leer a Lamborghini es "¿en qué estado mental escribía, o  incluso, vivía Lamborghini?" Pues pinche aquí para hacerse una idea.

Me quedo entonces con Roberto Arlt, el sótano de la casa,  y con su El juguete rabioso (1926).


Para leer mejor El juguete rabioso hay que tener presente la historia personal de Arlt. Un hombre que si bien no vivió una infancia miserable, 
ésta sí estuvo marcada por las carencias, la pobreza y la frustración. Al parecer El juguete rabioso es su obra más autobiográfica, y en sus páginas encontramos un retrato de lo que suele ocurrir cuando se ha nacido con grandes dosis de inquietud y curiosidad, pero sin ninguna de las herramientas necesarias para satisfacerlas.

Así, el personaje principal Silvio Astier (o el autor, Roberto Arlt), llegan al mundo en un entorno difícilmente propicio para cualquier actividad creativa, y, ante la dureza de ese medio, alimentan su espíritu y su romanticismo innato con lecturas rocambolescas, literatura bandoleresca y poesía de arrabal, creando en la imaginación y asumiendo en los valores la figura del héroe delincuente como opción aceptable, y tal vez única, de ganar el respeto y el reconocimiento que todo ser humano ansía:

"No recuerdo por medio de qué sutilezas y sinrazones llegamos a convencernos de que robar era acción meritoria y bella; pero sí sé que de mutuo acuerdo, resolvimos organizar un club de ladrones, del que por el momento, nosotros solos éramos afiliados." 
Las primeras páginas de El juguete rabioso se corresponden con el estilo de la novela picaresca y costumbrista, aunque rápidamente da paso a un fuerte romanticismo caracterizado por diálogos rápidos, párrafos cortos y articulares excesos lingüísticos que han llamado la atención de más de algún estudioso de la prosa artliana. Excesos lingüísticos que, según el docente de literatura argentina Anibal Jarkowskipodrían deberse a un cierto efecto de compensación del autor. Su fundamente no sería tanto literario como de clase social: el exceso vendría a ser la forma en que Arlt busca compensar las carencias de su etapa formativa con un cierto tipo de riqueza simbólica, la riqueza simbólica de sus palabras: 
"La imagen adunada al langor de los violines me penetró con violencia. Era un llamado de mi otra voz, a la mirada de su rostro sereno y dulce. ¡Oh! cuánto me había extasiado de pena su sonrisa ahora distante, y desde la mesa, con palabras de espíritu le hablé de esta manera, mientras gozaba una amargura más sabrosa que una voluptuosidad."
Con un narrador en primera persona y una estructura lineal, tradicional, la novela se divide en cuatro partes o capítulos: Los ladrones, donde Astier relata sus tropelías como ratero de barrio. Los trabajos y los días, donde asume, aún a traición de sus principios, la obligación  de buscarse un trabajo decente para ganarse la vida. El juguete rabioso, donde Astier vislumbra alguna forma lejana de éxito al ingresar a la Escuela Militar de Aviación como aprendiz de mecánico, y Judas Iscariote, la parte en la que Astier encuentra a través de la traición, esa oportunidad que hasta entonces le ha sido negada. 

En las tres primeras parte Astier fracasa estrepitosamente. Como ratero, ante su primer golpe frustrado, sus compinches y él deciden suspender por tiempo indefinido las acciones del "club de los caballeros de la media noche", el grupo de ladronzuelos instaurado por él y sus compañeros para organizar atracos a pequeña escala. Y lo más importante, se incluye en esta parte un importante rito simbólico, tanto para el personaje como para el autor: el latrocinio de una biblioteca. Astier, para leer, debe pagar a los libreros el alquiler de los libros. La biblioteca podría representar tanto la metáfora del conocimiento y la belleza, como la vía para conocerlas e imbuirse en ellas, un sistema de cosas, principios y valores claramente vetados para alguien como Astier. Reinterpretando algunas de las ideas de Piglia en su ensayo Roberto Arlt; una crítica de la economía literaria, el robo de la biblioteca podría considerarse como el rito simbólico de Astier para eludir el precio económico que tiene el acceso a la belleza. Otras interpretaciones apuntarían a la forma en la que Arlt, en su calidad de pobre sin formación, accede desde lo bajo, desde lo difícil, desde el pregón de El juguete rabioso, su primera novela, en los cafés de los arrabales,  al mundo de las grandes letras argentinas, un mundo dominado por potencias intelectuales, fácticas pero también económicas, como Borges o Güiraldes. En todo caso, parece haber consenso a la hora de considerar el robo de la biblioteca como uno de los pasajes más entrañables, intensos y significativos de la novela. 

En su segundo intento, como hombre que busca un trabajo y trata de ayudar económicamente a su familia, Astier sufre un fracaso violento, desmesurado, al caer en manos de un librero infame y de su mujer. En casa de estos sufre privaciones, humillaciones y malos tratos mientras siente aumentar su rencor y ve nacer, tal vez por primera vez de forma concreta, sus ansias suicidas. 

En su tercer intento, como aprendiz de mecánico en la Escuela de Aviación, Astier fracasa nuevamente, pero, paradójicamente, dicho fracaso no se produce por la humillación o la desvalorización, sino todo lo contrario. Producto de sus enormes inquietudes, su fértil imaginación y su desmedida necesidad de ser valorado, Astier es dado de baja por uno de sus superiores y recomendado para hacer carrera en una escuela industrial: 
"Y terminó agregando:
   —Usted tiene que estudiar, estudiar mucho, si quiere ser algo.
   Yo pensaba, sin atreverme a decirlo:           
                               —Cómo estudiar, si tengo que aprender un oficio para ganarme la vida
"
Remorso de Judas
(José Ferraz de Almeida, 1880)
Y es en la parte final cuando Astier ya no es un adolescente y ha probado largamente los sinsabores de la vida del ratero, del esclavo, del incendiario y del suicida frustrado, del trabajador esclavo pero sin éxito, donde de forma casi espontánea, como si de un impulso innato de su inteligencia se tratase, aparece en su mente la idea de la traición como forma justificable y lícita de conseguir su oportunidad. Y sin embargo, esta idea no se refleja en el personaje como cobardía o debilidad del alma, no es sólo envidia y justificación moral lo que le llevan a dar ese paso. En la acción de delatar a su compinche la noche antes a un atraco, se refleja el intenso, el irrefrenable deseo de vivir esa "vida linda" que hasta entonces sólo ha visto desde fuera. Para Astier, transformarse en Judas Iscariote es un trance de practicidad, un acto de supervivencia, algo que de cierta manera es también un acto valiente, sobre todo cuando sopesa intensa y conscientemente el hecho de que otro tendrá que pagar y de que él tendrá que cargar con esa culpa por el resto de su vida: 
"Yo no soy un perverso, soy un curioso de esta fuerza enorme que está en mí."
A cambio de delatar a su compinche, Astier recibe de Vitri (quién habría sido la víctima ladroneo) una oferta de ayuda para salir de Buenos Aires y así probar suerte al sur de Argentina. Esta promesa marcaría el cierre definitivo de la novela. O no. Porque Astier ya ha recibido antes otras ofertas de ayuda de otros hombres acomodados, ofertas que luego fueron olvidadas y desentendidas, como si Astier perteneciera a una clase de hombres que no merece ni tan siquiera el beneficio de la palabra empeñada. Así, puede que el Vitri cumpla su promesa y le ayude a llegar al sur, o puede que no lo haga condenando a Astier a permanecer en ese círculo de rabia y deseo frustrado que le ha tenido prisionero durante toda su vida. 

En cualquier caso El juguete rabioso es una estupenda novela: corta, rápida, cargada de romanticismo y dureza, un estupendo ejercicio para entender mejor como se ha do construyendo, después de Borges, el canon actual de la literatura argentina.
Ricardo Güiraldes.


Y ya para acabar, cosa curiosa, el El juguete rabioso no iba a llamarse El juguete rabiosoEl juguete rabioso iba a llevar por título el declarativo nombre de "La vida puerca", pero Ricardo Güiraldes, una de las grandes lumbreras intelectuales de la época e inexplicable amigo de Arlt, le sugirió a este el insinuante nombre de El juguete rabioso, y así se quedó.







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