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martes, 28 de abril de 2015

Fragmentos de "El lamento de Portnoy" (1969), Philip Roth



Es tan galvánico Roth...
"Portnoy's complaint" o "El lamento de Portnoy" (1969) es, fuera de toda duda, una novela galvánica. Que se lo digan si no al mismo Roth quien por ésta y por casi todas las novelas que le siguieron- fue acusado entre otras cosas de antisemita y misógino. ¿Valió la pena?, y tanto, Roth es grande entre los grandes y nadie mejor que él y Alexander Portnoy para desarticular los complejos mecanismos de la culpa, de la rabia contenida. Nadie como Roth para amalgamar el lamento existencial con el humor, para mostrarnos como ha de lamentarse uno, pero bien.

Otros fragmentos de la novela (editorial DEBOLSILLO, 2012);



"La ubicuidad de  mi  madre  y  el  estreñimiento  de  mi  padre,  mi  madre entrando  en  vuelo por la ventana, mi padre leyendo en el periódico de la tarde con  un  supositorio  metido  en  el  culo… Éstas,  doctor,  son  las  impresiones más antiguas que de mis padres tengo, de sus atributos  y  secretos" (página 11)



"De manera que mi madre se sienta a mi lado con un largo cuchillo de cortar pan en la mano. Es  de acero inoxidable y tiene pequeños dientes de sierra. ¿Qué quiero  ser? ¿Fuerte o débil, hombre o ratón? " (página 23)


"Ni se me pasaba por la cabeza que se pudiera  uno beber un vaso de leche con el sándwich de salami sin ofender a Dios  Todopoderoso.  Imagínese,  entonces, las  broncas  que  no  me  echaría la conciencia, cuando empezó lo de las pajas. El sentido de culpabilidad,  los  temores.  ¡Se  me metió  el  terror  en  los tuétanos! ¿Qué  había  en  su  mundo,  el  de  mi  madre  y  mi  padre,  que no estuviera cargado de peligro, chorreando gérmenes, lleno de riesgo? ¿Para cuándo  dejaban  el entusiasmo,  la  osadía,  el  valor?  ¿Quién había transmitido  a  mis  padres  semejante  sentido  de la  vida,  tan timorato? " (página 43)



lunes, 20 de abril de 2015

Fragmento de "Lolita" (1955), Vladimir Nabokov


En 1955 Vladimir Nabokov publica su novela más polémica y conocida "Lolita", en ella relata la obsesión de un hombre por las "nínfulas": niñas de entre nueve a trece años que despiertan en el protagonista (Humbert Humbert) una enloquecedora atracción. Según él no es la belleza ni la fragilidad lo que eleva a la niña al sitial de nínfula sino su naturaleza ambigua, esa mezcla de tierna y soñadora puerilidad. 

Criticada, acusada de obscena, repudiada, ensalzada y admirada, "Lolita" merece todas esas reacciones. Luego de ser rechazado por varias editoriales, Nabokov consigue su publicación por una editorial parisina especializada en temática erótica y pornográfica. 

El estilo, cargado de detalles y descripciones, se traduce en un ambiente vívido repleto de imágenes. El párrafo de inicio es una muestra no sólo del estilo barroco de Nabokov, sino que resume en unas pocas líneas, la arrebatadora pasión que desencadena en Humbert Humbert el raro magnetismo de una nínfula;

"Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas. Pecado mío, alma mía. 
Lo-li-ta: la  punta  de  la  lengua emprende  un  viaje  de  tres  pasos  
desde  el  borde del paladar para apoyarse, en el tercero, 
en el borde de los dientes. Lo.Li.Ta."


Las nínfulas;
"¿Son  nínfulas  todas  las  niñas?  No,  desde  luego.  De  lo  contrario,  quienes supiéramos el secreto, nosotros, los viajeros solitarios, los ninfulómanos, habríamos enloquecido hace mucho tiempo. Tampoco es la belleza una piedra de  toque; y la vulgaridad –o al menos lo que una comunidad determinada considera  como  tal–  no  daña  forzosamente  ciertas  características misteriosas,  la  gracia  letal, el evasivo, cambiante, trastornador, insidioso encanto mediante el cual la  nínfula  se  distingue  de  esas  contemporáneas suyas  que  dependen  incomparablemente  más del  mundo  espacial  de fenómenos  sincrónicos  que  de  esa isla intangible de tiempo hechizado donde Lolita juega con sus semejantes.  Dentro  de  los  mismos  límites  temporales, el  número  de verdaderas  nínfulas  es harto inferior al de las jovenzuelas provisionalmente feas, o tan sólo agradables, o  «simpáticas»,  o  hasta «bonitas»  y  «atractivas»,  comunes,  regordetas, informes,  de piel  fría,  niñas esencialmente  humanas,  vientrecitos  abultados  y trenzas, que acaso lleguen a transformarse en mujeres de gran belleza (pienso en los toscos budines con medias negras y sombreros blancos que se convierten en  deslumbrantes estrellas  cinematográficas).  Si  pedimos  a  un  hombre  normal que elija a la niña más bonita en una fotografía de un grupo de colegialas o girlscouts,  no siempre  señalará  a  la nínfula.  Hay  que  ser  artista  y  loco,  un  ser infinitamente melancólico, con una burbuja de ardiente veneno en las entrañas y una  llama  de  suprema  voluptuosidad  siempre  encendida  en  su  sutil espinazo (¡oh, cómo tiene uno que rebajarse y esconderse!), para reconocer de inmediato, por signos inefables –el diseño ligeramente felino de un pómulo, la delicadeza de un miembro aterciopelado y otros indicios que la desesperación, la vergüenza y las lágrimas de ternura me prohíben enumerar–, al pequeño demonio mortífero entre  el común  de  las  niñas;  y  allí  está,  no  reconocida e  ignorante  de  su fantástico poder." (Humbert Humbert)

Nota; La fotografía utilizada al inicio del post pertenece a Gary Gross, y en ella puede verse a una jovensísima Brooke Shield.


martes, 14 de abril de 2015

Fragmentos de "El misántropo" (1918), J.D. Beresford




Este fragmento forma parte del primero de los cuatro tomos de relatos de la colección "Antología del Cuento Extraño" (1976, Ediciones Tauro). Los cuentos en ella reunidos fueron seleccionados, traducidos y prologados por el mismísimo Rodolfo Walsh. "El misántropo" abre el primero de los tomos, y en él se relata la historia de un hombre con una capacidad particular a la par que terrible, tanto, como para obligarlo a permanecer recluido en un islote. Allí piensa y observa, allí vive alejado del mundo intentando olvidar aquel oscuro don que desearía jamás haber recibido.

"Después  que  volví del islote  y  discutí el  caso  en sus distintos  aspectos,  empecé  a  preguntarme  si  aquel hombre no me habría tomado por tonto. Pero, en lo más profundo  de  mi  conciencia, creo  que no.  Sin  embargo, no  puedo  resistirme  a  la  influencia de  las  risas  que ha despertado  mi  relato.  Aquí,  en  tierra  firme, todo parece improbable,  grotesco,  estúpido.  Pero  en  el islote la confesión  de  ese  hombre  resultaba  absolutamente convincente.  El  escenario  es  todo,  y  quizá  yo  deba agradecer que  las  circunstancias  que actualmente me rodean  sean  tan  favorables  a  la  normalidad. Nadie aprecia más que  yo el misterio  de la vida; pero cuando ese misterio implica dudar de uno  mismo, me resulta más agradable olvidarlo."

Tal como el mismo Walsh señala en el prólogo, además de ser un relato estupendo y de ser ampliamente elogiado por la crítica "El misántropo" recibe también el honor del plagio. El plagiador, un sacerdote de nombre Leonardo Castellani, incluyó en su libro "Martita Ofelia y otros cuentos" (1944), un relato que tiene no sólo idéntico nombre, sino además el mismo tema, la misma trama y muchas de sus frases copiadas de forma textual. 

lunes, 13 de abril de 2015

Fragmentos de "A la espera de la oscuridad" (1956), Alejandra Pizarnik



El poema "A la espera de la oscuridad" pertenece al libro "La última inocencia",
el segundo de la autora publicado en 1956.

Belleza sencilla, belleza brutal, un dolor amplificado por el paso y el peso de sus días, y sin embargo Alejandra Pizarnik no era la niña temerosa inmovilizada por el terror, esa manía de vivir, esa realidad que la desarmaba cada día era la misma que por las noches, la impulsaba a reconstruirse nuevamente .

Pizarnik siempre trabajaba de noche, leí alguna vez por ahí.


A la espera de la oscuridad 
Ese instante que no se olvida
Tan vacío devuelto por las sombras
Tan vacío rechazado por los relojes
Ese pobre instante adoptado por mi ternura
Desnudo, desnudo de sangre de alas
Sin ojos para recordar angustias de antaño
Sin labios para recoger el zumo de las violencias
perdidas en el canto de los helados campanarios.

Ampáralo niña ciega de alma 

Ponle tus cabellos escarchados por el fuego
Abrázalo pequeña estatua de terror.
Señálale el mundo convulsionado a tus pies
A tus pies donde mueren las golondrinas
Tiritantes de pavor frente al futuro
Dile que los suspiros del mar
Humedecen las únicas palabras
Por las que vale vivir.

Pero ese instante sudoroso de nada


Acurrucado en la cueva del destino
Sin manos para decir nunca
Sin manos para regalar mariposas
A los niños muertos.