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jueves, 22 de febrero de 2018

El pequeño, insignificante y tosco, artilugio de madera

Reproducción  de "El artilugio de Cleopatra"
Forma parte de la exposición permanente del museo
egipcio de El Cairo.
"Cuando un pequeño artilugio de madera     rectangular, tosco, opaco, poco merecedor de los apetitos de una reina, desapareció de los aposentos de Cleopatra, ésta hizo llamar a voz en cuello a todos los esclavos de su casa. Evocaron, las terribles pupilas de su ira, los tiempos en que las arenas del desierto se fundían al fuego implacable del sol, cuando las  pirámides no eran más que fantasmas imposibles en los sueños de un constructor de maravillas. 

Del objeto y de su utilidad nada se sabe, sólo las damas de compañía de Cleopatra pudieron verlo de cerca. Le habían visto sostenerlo, hacerlo girar, sopesarlo entre sus dedos, como si a cada giro formulara una pregunta terrible. Ninguna se atrevió jamás a preguntar para qué servía o de dónde había salido, sólo sabían que cuando la reina se sumía en un velo melancólico y distante (como si una lluvia pesada hubiese roto para siempre el velo rojo del desierto), dicho objeto era el único capaz de sacarla de su ensimismamiento. 

miércoles, 21 de febrero de 2018

Somos lo que vemos, Jordi Ribas (Traducción)

Hace un tiempo publicaba yo una entrada en la que dejaba ver mi entusiasmo por el que en ese entonces era mi más reciente descubrimiento; el trabajo del ilustrador italiano Andrea Ucini. Por ese mismo entonces Jordi Ribas hacía el mismo descubrimiento pero se proponía además escribir un post para decodificar la mirada de Ucini a través de su propia mirada. Por supuesto a Jordi le salió bien. Y producto de ese ejercicio aparece lo que hoy traduzco para vosotros. 

Somos lo que vemos
Hay artistas que nos recuerdan con su obra que no vivimos en el mejor de los mundos posibles. La crítica social resulta el leitmotiv de buena parte de los trabajos de las nuevas hornadas de creadores gráficos. El tema recurrente de una sociedad en crisis perpetua se manifiesta a través de un surrealismo incómodo que desnuda la apariencia de las cosas y nos traslada a otras dimensiones. Es, como afirmaría René Magritte, la traición de las imágenes: signos y símbolos que se rebelan y trastocan la realidad convencional para conducir al espectador a un universo donde todo se distorsiona y se vuelve enigmático. Los objetos y figuras humanas pierden la congruencia tranquilizadora de la normalidad. Con la luz de la ironía surge lo fantástico, lo extraconsciente, la mirada perpleja, la belleza convulsa que descoloca. 



miércoles, 7 de febrero de 2018

El buen soldado (Ford Madox Ford)

Uno de los desafíos literarios más importantes de Ford Madox Ford fue romper con la estética victoriana impuesta por la novela inglesa del siglo XIX. 

Junto a otros honorables desertores como Stephen Crane, Joseph Conrad y Henry James   quien en su periodo tardío y con novelas como Las alas de la paloma (1902), Los embajadores (1903) y La copa dorada (1904), acabó  por  decir  adiós  a  los victorianismos  del  Roderick Hudson  (1875)  de  su  primer  periodo—, Madox Ford se propuso encontrar nuevas formas de reflejar mejor el espíritu de su época. 

En la introducción de su novela El buen soldado (Ediciones Cátedra, 1995) puede leerse una cita del autor referente a sus sólidas y elevadas y transgresoras y muy agradecidas intenciones; "Durante un cuarto de siglo he tenido un objetivo ineludible, reflejar mi época en el lenguaje de mi tiempo".

Y lo consiguió, claro. Con creces.