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viernes, 5 de febrero de 2016

Por qué no leen los que leen

La idea de escribir lo que sigue nace de la lectura de "Contra el fundamentalismo del lector", la última entrada del blog de Elena Rius NOTAS PARA LECTORES CURIOSOS. Una entrada donde la autora deja ver su suspicacia ante la avalancha de admoniciones positivistas en pro de los innumerables beneficios de la lectura, y donde se plantean asuntos interesantes (y también un poco peliagudos), acerca de temas siempre presentes en el mundo del lector; como el valor de las cualidades funcionales de la lectura o la supuesta capacidad pontificadora de la literatura. 

Y, esto es lo que ha salido...

Jamás pensé que pondría una foto
de este hombre en mi blog...
Uno de los vástagos más robustos de la actual cultura pop, es la mitificación de perogrulladas en base a un supuesto respaldo científico

Cosas como prefiera las verduras a la comida chatarra, haga ejercicio en lugar de estar todo el día con el culo en sillón, prefiera los alimentos con poca grasa a los que chorrean ácidos grasos saturados que da gusto y otras cosas del género, de pronto requieren del respaldo de estudios hechos en prestigiosas universidades y del trabajo de decenas de científicos, como si el sentido común ya no fuese aval suficiente con que ir buscándose la vida.

Hoy más que nunca estamos expuestos a un bombardeo constante de "haga esto para vivir mejor", "coma esto para estar más sano", "evite esto para reducir el estrés", llamamientos que en el último tiempo se han hecho extensivos a otros terrenos; a este terreno, al terreno de la lectura.

"Leer aumenta el flujo de sangre hacia el cerebro", "Un estudio realizado en Harvard indica que quienes leen alcanzan un [reemplazar aquí con un índice que jamás es inferior a veinte puntos] más de coeficiente intelectual que quienes no leen", "Leer reduce la probabilidad de sufrir Alzheimer", "Leer aumenta la esperanza de vida y te vuelve, invariablemente, más intelectual, más guapo, y mucho más apetecible al sexo opuesto, sobre todo si lo que lees es una edición de lujo de tirada limitada" (bueno esto último me lo he inventado yo pero seguro que más de algún científico de la Penguin Random House lo está investigando). 


¿Por qué se empieza a leer? 
Ésta es fácil. A la lectura se llega por las más variadas razones; porque te lo enseñan en el cole, siguiendo el ejemplo de los padres, por curiosidad, por necesidad, por escapar de una determinada realidad, por obligación. Siempre empieza, más o menos, de la misma manera. Ahora, por qué hay quienes continúan leyendo, eso es otra cosa.


¿Por qué se sigue leyendo? 
Hay quienes opinan que ésta es una de las preguntas más improductivas que se pueden hacer sobre los lectores, porque tratar de explicar la razón de una conducta que aparece frente a estímulos siempre difusos, siempre imprecisos, y sobre todo, siempre íntimos y estrictamente personales, es inútil por su imprecisión, tiene poco o nulo valor como medida. No hay generalización en el gusto por la lectura, y hasta el mismo lector tardará varios años si es que lo hace, si es que le interesa en llegar a descubrir el porqué. 

Lo más probable es que nunca lleguemos a conocer las verdaderas razones que nos llevan a leer, pero lo que uno sí sabe, de lo que uno sí está absolutamente seguro, es de por qué NO lee; no leemos ni para aumentar el coeficiente intelectual ni para mejorar la compresión de lectura ni para aprender palabras nuevas ni para darle sentido a nuestra vida ni "para ser más corteses y mejores personas", como argumentaba un usuario de facebook en uno de esos inclasificables y difusos hilos de comentarios en los que llevado por la inexperiencia y algo que podría llamarse buena fe, me enredé hace poco tiempo. "Nadie lee La vida breve para aumentar el vocabulario ni American Psycho para ser mejor persona", alcancé a argumentar, justo antes de que el fundamentalista de la lectura bloqueara mis comentarios y me advirtiera de que iba a denunciarme al dios facebook por mi falta de tolerancia y esta parte me encanta— de respeto hacia la literatura [sic]. 

Pero vamos a ver, ¿supone algún inconveniente adorar al libro y al escritor como fetiches?, ¿hay algún problema si creemos que la lectura purifica el alma, equilibra los chakras y limpia el aura?, ¿pasa algo si pensamos que leer un libro nos hace más inteligentes, más guapos, más altos y además, mejores personas? ¿Y qué si adjudicamos a la literatura y la lectura las mismas cualidades terapéuticas y emocionales que acabar un cubo de Rubik o completar un sudoku? 

Pues qué va a pasar, nada;

A ver, trae el periódico que me hago el crucigrama. 
Que dices hombre, cógete el Ulises que lo tienes ahí mismo, junto a las magdalenas.

Y ya que estamos, por qué no somos un poquito menos arrogantes y le damos a la dupla literatura-lectura un uso todavía más...utilitario. Hecho, baste recordar aquella vez que mencionamos nuestro ocasional insomnio a un colega y este nos respondió al punto con eso de; "Pues cógete un libro para que te entre el sueño"...



A ver...¿Me estás diciendo que la lectura no hace todo eso que dicen que hace? 
Vamos a ver, si durante la lectura de una novela uno llegase a aprender algo si ampliara el vocabulario, estimulara la imaginación, conociera mundos nuevos, le diera algo más de sentido a la propia vida, bien, perfecto, esos podrían ser algunos de los efectos secundarios de ciertas novelas, pero no son, ni por mucho, los objetivos de una buena novela. Un autor y un lector están lo más lejos que se pueda estar de la figura del Papa y de la oveja descarriada que clama por reencontrar el camino... "Esteeee...es que estoy perdido y busco respuestas"...Pues no las busque usted en la literatura, porque si hay algo que une a todas las buenas novelas (y sí, también a todas las buenas lecturas), es que no pretenden verdades, es que no buscan respuestas. Que levante la mano quien ha encontrado respuestas concretas, sencillas, anatómicas, transportablesen la lectura de creaciones como "Hamlet", "Ulises", "En busca del tiempo perdido", "Moby Dick", "Mientras agonizo", "El hombre sin atributos"El ingenioso...


Los libros y las lecturas que buscan explicar el comportamiento en base a un sistema de preguntas y respuestas, son eso; libros, no novelas, y sus títulos son casi siempre del tipo "Psicología del comportamiento", "Manual de Psicología social", "Neuroeconomía". En tanto que los que intentan mejorar nuestra vidaenseñarnos a vivir se titulan "Alcanza la felicidad" o "Tú puedes vencer tus temores en quince días", y lojurolojurolojuro, nada tengo yo en contra de estos, pero hay que diferenciar entre lo que es lectura de literatura y lo que no. 

Para responder preguntas acerca de la realidad, ya tenemos a las ciencias duras y las ciencias sociales; la matemática, la química, la física, la astronomía, la sociología, y, en un esfuerzo por unir la psicología y biología, durante estos últimos años, también la neurociencia. Son ellas las encargadas de explicarnos el funcionamiento práctico del mundo y el papel funcional del hombre en ese mundo. Nadie que entienda mínimamente de literatura buscaría respuestas en la literatura, porque nadie pediría respuestas a una máquina que no para de plantear preguntas nuevas.

Yo no sé que es la literatura en el terreno del arte, no me creo en posición de aventurar una definición, pero me da que sí sé lo que no es, que sí sé lo que no busca; la literatura no tiene la obligación de explicarnos ni de enseñarnos nada, no es una guía para vivir la vida, no nos entrega las directrices de la existencia y no nos hace, por definición ni por obligación, mejores personas. Arroja luz sobre las cosas, sí, pero es una luz oscura, una luz difusa, una luz que hace que todo se vea menos concreto y más relativo.

Y ya que estamos, la literatura tampoco está ahí para hacernos felices. Y esto último hay que tenerlo más claro que todo. 

Hace años, hablando de "1984" con un colega, me sorprendía ante su apreciación negativa del final. Según mi colega, el final de la novela había sido un "completo desacierto" debido a la "incapacidad de Orwell" para transmitir la fuerza de la esperanza y del amor, de la "indiscutible" capacidad de esos sentimientos para modificar el curso de las cosas

Sólo para refrescaros un poco la memoria; al final de esa novela terrible que es "1984", los protagonistas dos ex-amantes doblegados ante el aparato omnipresente del Gran Hermano, son inducidos a olvidarse, a temerse y hasta a repudiarse el uno al otro, ya no para salvar sus vidas vidas que en la realidad creada por Orwell carecen por completo de valor sino para asegurar la supervivencia de la misma maquinaria que los doblega y los deshumaniza. El final (ese terrible y maravilloso final), se convierte en el único cierre posible de una historia que nos muestra los desoladores límites del terror en una sociedad enajenada. Y sin embargo, en una pésima lectura, guiados por la necesidad de encontrar un espejo en el que reflejar nuestros propios deseos o carencias, exigimos al autor la presencia del amor y otras fuerzas dulcificadoras como luces de salvación, acusándole de inútil cuando no responde a nuestras necesidades o se niega a satisfacer nuestras esperanzas. 

Y es que es eso lo que pasa cuando entramos a la literatura-lectura en busca de funcionalidad, viendo en el autor a una especie de padre, que nos ponemos a exigir: que disipe nuestros temores, que supla nuestras necesidades, que llene nuestros vacíos, que responda a nuestras preguntas. Pasa que nos quedamos ciegos, pasa que no entendemos nada.

Apostemos...
Me juego la cabeza: Nunca, jamás, en toda la historia de la humanidad, ningún lector consumado le ha preguntado a otro lector consumado porqué permaneció en la lectura. No, porque uno empieza a comprender la naturaleza indefinible del lector en el momento en que deja de preguntarse a sí mismo por qué lee y los otros no, y de imaginar un mundo lleno de lectores. 

Sí, porque uno también fue insultantemente joven, también tuvo inocencia y también creyó que la lectura era algo a lo que se que podía arrastrar a los demás mediante el sencillo principio de que leer es bueno. Pero la epifanía del lector, de la imposibilidad de inducir a alguien a quedarse en la literatura, tarde o temprano, llega. Todo padre lector sabe que el camino para tener hijos lectores sólo tiene dos pasos; poner una novela en sus manos y cruzar los dedos. Nada más. Ni ejemplos ni gritos ni amenazas ni premios ni castigos asegurarán la residencia de sus retoños en la lectura. ¿Cómo si no se explica que de tres hijos uno se lea hasta las pegatinas del champú, mientras que los otros dos no leen aunque de ello dependan su vidas? ¿Y hay del casi valiente fervor lector de un crío cuyos padres están todo el día pegados a la tele?

No, un lector lector jamás le preguntará a otro lector lector por qué sigue leyendo. Por la misma razón que cualquier periodista mínimamente inteligente jamás preguntaría a un autor mínimamente bueno qué le lleva a escribir. 

Resumiendo.
Podríamos seguir un rato largo, pero lo cierto es que a la lectura se llega por casualidad, de rebote, por necesidad, por locura, por enfermedad, por vacío, por obligación...Decenas de razones discernibles y visibles, claramente identificables. En la lectura sin embargo, uno se queda por razones íntimas, ocultas incluso a nuestra propia comprensión, pero que sabemos lejos, muy lejos, de la necesidad de aprender, del delirio por saber, de los beneficios de aumentar nuestro vocabulario o el flujo de lo que sea hacia el cerebro. Tal vez por eso los lectores consumados sean los primeros en rechazar la responsabilidad de crear nuevos lectores, los primeros en dudar de las campañas destinadas a producir más lectores obedientes. ¿Que los jóvenes no leen?, pues mira, que pena, por mi parte que cada uno se busque la vida como pueda. Después de todo a todos se nos enseñó a leer, a todos incluso se nos obligó a leer para completar un currículo educativo elemental, y mira tú, acá estamos muchos años después, frente al hecho de que aún sometidos a las mismas condiciones y exigencias, unos entran y salen de la lectura para no volver jamás, mientras que otros, nos quedamos dentro para siempre.

Por eso, si es de los que quiere vivir un vida larga y ser mejor persona, coma mucha fruta, haga deporte, abandone la grasa, evite el estrés, supere sus temores, aprenda otro idioma, practique yoga, sea más empático y más cariñoso con quienes le rodean, de todo ello sacará mucho más provecho y le hará mucho más feliz que si, seis minutos al día, asume los riesgos de la lectura.


4 comentarios:

  1. Una entrada muy perspicaz, que desmonta a la perfección los mitos acerca de las bondades de la lectura. En efecto, es imposible saber porqué unos se infectan del virus lector y otros no. Por eso mismo yo desconfío de las campañas de promoción de la lectura, que al final todas vienen a ser lo mismo: pregonar las bondades de leer y dar conferencias en torno a ello. ¿Alguien piensa que eso sea capaz de crear lectores? En cualquier caso, un interesante tema de debate. Quizás lo retome yo también un día de estos.

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    1. Hola Elena, al leer tu entrada vi el reflejo de las caras de otros lectores ante las campañas de producción de lectores, incredulidad, no creo que nadie se crea que es posible fabricar lectores...bueno, los que no leen sí, claro, que son seguramente los que promueven las campañas. Sería estupendo leer más de tus reflexiones en el futuro. Saludos y gracias por tu aporte.

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  2. No recuerdo qué filósofo o escritor aconsejaba no follar con nadie que no tuviera libros en su casa. El consejo, si se trataba de fomentar la venta de libros para la supervivencia de las editoriales, está bien. Pero implícitamente se presuponía que el posible amante era un señor o señora que leía. Volvemos al efecto beatífico de la lectura, que tú tan bien cuestionas en tu texto. Encontrar aspectos funcionales en la lectura es tan incierto como encontrarlos en el arte. El arte, entendido como aparato de creación, no sirve para nada. O para nada concreto. ¿qué es lo mas interesante de la literatura y el arte? Los textos y las obras de arte, no los escritores ni los artistas, los cuales en general padecen la enfermedad de un ego desmedido. Leo siempre con interés a Borges, pero no me lo imagino tomando café en mi casa. Leer libros tampoco garantiza nada. Todos recordamos alguna persona que no lee nunca y en cambio posee un alto grado de observación y sentido común. Rectifico: esa persona sí lee. No leerá libros, pero sabe leer el mundo, las cosas y la vida en general. ¿Acaso esos tipos de lectura no son tan importantes como las lecturas librescas o artísticas? El material que nutre los sueños artísticos y literario es muy diverso. Y al final todo es un juego de inteligencias: emocional, intuitiva, racional... Y una cuarta inteligencia que a veces olvidamos y que es tan fundamental como las otras tres: la inteligencia del azar. Una inteligencia que no acabamos de definir, pero que existe, como existe la materia oscura, aunque no se perciba a simple vista. ¡Excelente artículo!

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    1. El viejo tema de la funcionalidad del arte...acostumbrados como estamos a definir los objetos de uso cotidiano en base a su funcionalidad, exageramos en la extrapolación pretendiendo explicar con ello todos los terrenos de la existencia, pero al arte se resiste a la economía pragmática. Recuerdo una vez, recuerdo una tarde, recuerdo una lejana Barcelona en donde un grupo de artistas, medio artistas y no artistas se sentaron alrededor de una mesa y estuvieron hasta las tantas tratando de aclarar un poco el tema, como es evidente, nadie aclaró nada y todos se fueron a sus casas pensando más o menos lo mismo, pero esa tarde yo descubrí algo interesante en ese terreno, que tanto leer como no leer, que tanto disfrutar de la ópera como si no, que tanto decir ¡sí al arte! con un grito entusiasmado o vivir la vida sin haberse parado jamás en frente de una pintura, no garantiza absolutamente nada, la inteligencia como azar y como materia oscura…esa sí un poco más. Saludos y gracias por la visita

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