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miércoles, 3 de febrero de 2016

La flecha del tiempo (Martin Amis)

En 1967, cuando ya era amo y señor del vértice que forman el consumo de drogas, las visiones futuristas y la esquizofrenia paranoide, Philip K. Dick lanza al mundo otra de sus visiones; "Counter-clock Word" ("El mundo contra reloj"), una novela escrita sobre la paradoja del tiempo marcha atrásLa gente no come, regurgita; los excrementos no salen, entran. Los seres humanos vuelven a la vida en los cementerios con la ayuda de oscuras empresas dedicadas a proveer de servicios médicos y legales a quienes emiten subterráneos y desesperados gemidos desde las tumbas, y que al final (o al principio, según se mire), serán concebidos por parejas que sin necesidad del amor (puede que sin siquiera conocerse), estén dispuestas a dar origen a esa vieja-nueva vida en extinción. 

"Me llamo Tilly M. Benton y quiero salir de aquí", suplica la anciana sepultada bajo la hierba espesa de un cementerio abandonado, mientras el oficial Timbane, apostado junto a su tumba, empieza a entender que esa, será una noche muy larga.

Una novela que sí, claro, es de ciencia ficción porque, sometidos como estamos al curso del tiempo hacia delante, propone una realidad imposible pero compuesta de todo aquello que sí que es posible y que hace de la ciencia ficción de P. K. Dick una ciencia ficción donde ese futuro tan cercano, esos androides tan humanos y esa tecnología tan retro, no sean más que el trampolín y la excusa para obviar las limitaciones que impone esta realidad y acabar hablando de sus verdaderas cuestiones; la extrañeza como código, la perplejidad como forma de vida; "En realidad, hay un problema aún mayor. No nos sentimos cómodos en ninguna parte. ¿Por qué?", así, desde el inicio de su inicio, en "Confesiones de un artista de mierda" (una de las tantas novelas que escribiría cuando todavía luchaba por convertirse en un escritor serio), P. K. Dick ya definía las coordenadas de su universo, de todos sus universos paralelos.

Y bien...En 1991 llega a este universo una más de las réplicas de Dick en otros mundos; "Time's Arrow" ("La flecha del tiempo") de Martin Amis. Una novela que, al igual que "El mundo contra reloj", se estructura sobre la base del tiempo en sentido contrario, primera de las razones del asombro que produce la etiqueta de "originalidad" y "hazaña de imaginación" con que se le ha calificado

Con recreaciones tan similares que rayan en el plagio (el rejuvenecimiento del cuerpo, el funcionamiento biológico de las vísceras, las relaciones de reacción-acción de los protagonistas), la primera mitad de la novela describe el viaje del anciano Tod Friendly, un hombre agobiado por una culpa opaca y lejana que toma forma a medida que rejuvenece y que le obliga a cambiar de identidad en varias ocasiones. Sólo el narrador (en la voz de una conciencia interna) se beneficia de la experiencia, mientras Tod permanece en un estado de amnésica inconsciencia guiado en todo momento por efectos predeterminados. Se configuran así una serie de perturbadoras ironías, cotidianas primero como la inversión de los procesos vitales o el efecto emocional antes de la causa, pero magnificadas después al punto de servir al protagonista para justificar algo tan irracional como el holocausto nazi. 

Y, a medida que avanzamos hacia allí, la metáfora de los excrementos se va haciendo cada vez más relevante, porque en un mundo hacia atrás no es la comida la que alimenta y mantiene al cuerpo, sino los excrementos que ingresan a él. Los excrementos son, entonces, los que aseguran la supervivencia. Así, en el clímax de la justificación moral, Auschwitz aparece a los ojos del ahora doctor Odilo Unverdorben como "un campo hecho de mierda".

Un ejercicio que, aunque no carece de mérito, no llega a convencer del todo en ningún momento, que falla en detalles de forma (como la anticipación, tan repetitiva, de que "hay algo oculto” por develar), y de fondo, como la propia inversión del paso del tiempo. Invariablemente uno se pregunta ¿Era eso necesario? Y ya que estamos, ¿era necesario entrar en el tema del holocausto? Y a uno le da que la respuesta es no y no, porque de pronto, allí donde Amis dice holocausto lo mismo podría haber dicho bomba atómica, desastre financiero, o simplemente asesinato, enfermedad, traición, abandono, etcétera. Tal vez por eso no convence, tal vez por eso uno se frena ante ese efecto artificioso, efecto que, encima, se opaca todavía más ante la sombra de dos estupendas novelas que abordan con mucha más naturalidad y elegancia los temas centrales de "La flecha del tiempo"; la antes mencionada "El mundo contra reloj" de Dick y "Matadero cinco" de Kurt Vonnegut.

Y sin embargo no se le puede negar todo a esta novela, porque también tiene su gracia y su cierta belleza. Una belleza que se aprecia sobre todo en pasajes y frases que parecen condensar su mensaje total, como si todo lo leído hasta ese momento desembocara en pequeñas epifanías. Además, hacia el final, el relato de los días del doctor Odilo Unverdorben en Auschwitz el trabajo a las órdenes del doctor Mengele ("Uncle Pepi"), el espectáculo de miles de judíos en las cámaras de gas, muestran cómo, sin importar la dirección que asuma el tiempo, a los ojos de quienes los cometen los actos malvados son siempre racionales, la inevitabilidad, la creencia interna de que son sacrificios que de alguna manera siempre están justificados. 

Mención especial merece el postfacio en donde Martin Amis agradece a todos los escritores, autores, familiares y amigos que de alguna manera colaboraron en la gestación de la novela, y en donde el nombre de Philip Kindred Dick, brilla por su ausencia.

Y aunque de cierta manera la lectura haya valido la pena, si de distorsiones espaciotemporales o de dar un giro realmente imposible a la guerra se trata, lo suyo es remitirse a quienes mejor supieron deformar el tiempo o narrar la guerra desde una perspectiva innovadora; P. K. Dick y Kurt Vonnegut y no se diga más. 



2 comentarios:

  1. Leí esta novela hace muchos años, pero recuerdo que mi reacción fue igual a la tuya. Un libro muy bien escrito, ideas -o, mejor dicho,imágenes- muy originales, pero, ¿para qué escribió esto Amis? Mi opinión es que es uno de esos libros que algunos autores escriben para demostrar lo listos que son, y, por los comentarios que mencionas ("hazaña de la imaginación"), en cierto modo lo consiguen.
    Por eso creo que mete con calzador el tema del holocausto, para darle un poco más de empaque a una historia que, de otra manera, no sería más que un ingenioso ejercicio de estilo. Recuerdo que pensé que, si se hubiera detenido ahí, quizá habría funcionado. La idea de campos de concentración donde dan vida a los cadáveres podría, si lo hubiera hecho bien, haber sido una metáfora muy poderosa sobre el modo en que el criminal justifica unas acciones tan bárbaras con las que no podría vivir de no hacerlo. Pero luego se queda en una mera anécdota, porque Amis quiere llevar el juego hasta el final.
    Un saludo.

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    1. Así es, lo comentamos la primera vez que publiqué esta entrada. Agradezco que hayas vuelto a poner tu comentario (lo borré sin querer...). Pasa eso, que a Amis se le nota el plumero y que la crítica le sigue el juego, y no deja de sorprender esa actitud con tanto valor nuevo que tarda años en ser traducido al castellano. A propósito de eso, estos días he estado leyendo los cuentos de Alix Ohlin, "Quarentine" apareció hace poco en The New Yorker) y pienso transcribir acá su contenido; esta chica demuestra que, con ideas más sencillas y con un estilo nada rebuscado, se pueden escribir cosas que realmente valga la pena leer. Un saludo y gracias por el re-comentario.

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